¡Allahu akbar!
No dejo de exclamar la verdad,
aunque haya quien no lo entienda
o no lo quiera entender:
mi nombre lleva una letra que no existe en mi lengua.
Soy de aquí y tengo hogar allende,
mi sangre cruza mar y montes,
soy hijo de una mujer valiente
y me arroparon con dos banderas…
—no me hacía falta ninguna—
y me intentaron hacer elegir entre dos partes de mi ser.
Me niego, nací cruzando fronteras
y crecí entre gente blanca y gente morena.
Si alguien lo intenta negar, que lo intente.
¡La ilaha ila Allah!
Eso pronuncio cada vez que me intenta escupir mi tierra,
cada vez que me llaman meskin,
cada vez que me dicen «el moro»,
cada vez que no soy de la gente
de la que se supone que tengo que ser.
Y resisto, insisto y persisto,
que soy persona y existo.
Y lo digo, repito y replico,
tengo nombre y apellidos,
llámame con ellos.
¡Subhan Allah!
Eso pienso cuando me sorprendo,
cuando resulta que hay que ser hetero…
y ¡pum! Yo me niego.
No rindo cuentas a mortales
ni publico intimidades,
pero no puede ser haram amarse
—también hay moros bisexuales—.
No se le ocurra a nadie
decirme que deje de ser algo,
solo conseguirá alterarse.
¿Este poema se hace largo?
Ya acabo, no me explayo.
¡Alhamdu lilah!
Si pudiera volver atrás y elegir,
sería, ni más ni menos, quien soy.
De dónde vengo, cómo soy, a dónde voy…
demasiada ambición de saber
para un humano de hoy.
Estoy seguro de que piso esta tierra
—esta en la que estoy—,
de que tengo dos idiomas,
de que visto con gandora,
de que no soy extranjero,
pero no donde se piensa.
Gracias al Creador por hacerme entender
que aunque parezca complejo,
todo es cuestión de saber qué se es
y serlo.
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